Los molinos que vuelan en Fuerteventura
Don Quijote podría haberse paseado por Fuerteventura y confundir sus características molinas con gigantes. La isla, en su día conocida como el ‘granero de Canarias’, está salpicada de estas imponentes estructuras, cuyas aspas pueden alcanzar hasta los 140 km/h, donde todavía algunos artesanos muelen el grano tostado del gofio, uno de los ingredientes estrella de la gastronomía canaria.
Corre una ligera brisa al bajar del coche. Hemos ido ascendiendo una pequeña pendiente después de coger el desvío indicado en la FV-10, muy cerca de Puerto del Rosario, hasta llegar a una llanura alta en el pueblo de La Asomada, un balcón que mira hacia el Atlántico.
Nada más entrar en la molina La Asomada el aroma del gofio nos envuelve. Respiramos una atmósfera antigua en una estancia pequeña y rectangular de tonos ocres en la que se yergue un mecanismo de madera de tea en el centro, conectado con las seis aspas que bailarán al viento para moler el grano tostado. En el ambiente se aspira el corazón del cereal, su olor, sabor y casi textura. El gofio es una palabra que quien conozca Canarias la habrá oído, lo habrá probado y seguramente le habrá gustado, quizá sin saber que es un alimento que aporta múltiples beneficios. Es una harina tostada de cereal, ya sea trigo, maíz o cebada, libre de aditivos.
«Con 220 años de historia y declarada Bien de Interés Cultural (BIC), esta molina es la más grande del archipiélago, y dicen que del mundo, que sigue activa y dedicada a conservar la cultura de los molineros», nos cuenta Francisco Cabrera Oramas, noveno miembro de la saga de esta molina.